Cuando de un hilo,
como débil péndulo ya marchito,
pende la ilusión del filo,
y flaquea mi pecho en un grito.
Y cuando del todo,
existía esa explosión roja,
ardía mi sino y mi recodo,
y hoy no va más allá de una hoja.
Cuando todo pesa,
el respirar ya no huele,
el silencio o besa,
la espera duele.
Cuando ya no hay sabor,
las miradas se olvidan,
las risas pierden su voz
y el perdón se suicida.
Y cuando no hay rumbo en la mirada,
el alma se rompe de frío,
el mismo adiós desde la ventana
o mi reflejo se siente vacío.
Es en ese momento,
cuando ya no queda nada.
No hay comentarios:
Publicar un comentario