domingo, 16 de septiembre de 2012

De verde terciopelo.


Me ensueña algún reloj sin horas,
propietario de todos mis días.

Me encuerdan las agujas de tu boca,
pintadas para en silencio morderme.

Desgastándonos el ruido se silenciaba,
respirándonos las nubes se provocaban,
eclipsándonos nuestros cuerpos intimaban
y probándonos nuestros labios se besaban.

Bosquejamos sin pudor un laberinto
en los colchones soleados de la pared.

Clavamos las manos en los esquinas de la piel
y pintamos un jardín en tu cuello con hiel.

Me incitas seductor Geminis,
viajando por mi cuello de papel,
estimulando las velas del propio
pesar que nublan la alergia del querer.

Saltando los espejos de los cielos,
velan conmigo por tu luz,
prefiriendo ser la cuna del pasaje,
que no poder besar las dunas de tu pelo
y ser la nota que abrocha tu voz.

Acariciándose nuestro instinto,
se nos repuso la vida,
alborotando los floreros de la avenida
y las miradas en las mudas sonrisas.

No apalabro sobre el reflejo de la Luna
que ahora todo es verde,
encariñándome de las mareas
donde pueda desaparecer y verte.

No juro sobre el silencio de mi control
que todo respira de tu olor,
por vergüenza de que oigan mi felicidad,
y mantengo guardado en mi boca todo tu sabor,
para que se pierda el olvido al bailar.

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