martes, 28 de abril de 2015

La historia interminable.

Una imagen cruzó mi mente, un rostro, unos ojos, un sentimiento, un recuerdo, una sensación vagamente familiar. Fijé la mirada en un punto entre el horizonte y más allá, como si eso pudiese desterrarte, pero la verdad es que regresabas con más fuerza que nunca.

Lograste rescatar algunas de las imágenes que ya había desterrado, entre cajones de palabras no dichas, contradicciones, rabias y enojos.

Decidí iniciar, entonces, una terapia de choque, y me permití el lujo de imaginarte: tu vida, tus estudios, tu trabajo, tu familia, tu novia... Sonreí para mis adentros, recordé que no hace poco, yo también seguía apareciéndome en tus sueños, y que seguía clavada en el mismo punto donde me estrellé, al oeste de tu corazón, haciéndote daño.

Así que en el fondo seguimos anclados en el mismo punto, creyendo que nos pudimos superar, creyendo que somos tan valientes que podemos escribir versos y relatos de desamor sin hablar de nuestra historia.

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